Manuel Castro Báez
Cazador de instantes felices
Los autorretratos cuentan mucho de un artista. Ese trabajo de naturaleza psicológica, en el que pintor y modelo confluyen y se identifican, vendría a ser la biografía oficial autorizada y la descripción gráfica de la forma de ser, trabajar, y del tipo de artista.
Manuel Castro Báez, en su “Autorretrato”, titulado así, se nos muestra como un hombre joven, de mirada precisa y gesto profesional de precisión casi quirúrgica, que subraya con el gesto de la boca y el arqueado de las cejas. Podemos deducir que es un pintor meticuloso, que, como Picasso, busca y encuentra; y como los buenos diestros, templa y manda.
Manuel Castro Báez, vive el arte en sus dos lenguajes: el figurativo y el contemporáneo.
Su paleta figurativa es la académica, la fuente donde bebe de los maestros. Como hicieron todos los grandes, lleva a su terreno los hallazgos de los grandes. Así, obtiene el blanco de los monjes de Zurbarán para su “Las Rosas de Santa Casilda”, o en sus bailarinas, revive a un Degás más luminoso… La tradición vive en el latido joven de los pintores que la respetan y la aman, para recordarla y también para traicionarla con su estilo propio.
En su lenguaje contemporáneo, es donde Castro Báez, encuentra su sello más personal.
Las obras están resueltas con trazos sencillos que (menos es más), definen perfectamente las figuras y las dotan de una gran fuerza expresiva. Los cuadros, narran historias de momentos hedonistas, instantes de placeres íntimos, goces simples de intensa y pura felicidad. Todo ello, restallante de los colores luminosos de su Mediterraneo vital.
Es la idea de pintura que quisiera hacer un maestro aprendiendo de la mirada de un niño.
Y toda esa inteligencia está ya, siendo tan joven, en la obra de Manuel Castro Báez.
Jaime Roig de Diego.
(Escritor. Artista plástico)